Había una vez un hombre rico, que siendo ferviente discípulo de Buda, vivía pura y santamente, era amable con los hombres y los animales y rehusaba comer carne. Su mujer y su hijo seguían la misma conducta. Un día el hombre murió a una edad muy avanzada y cuando murió fue transportado por las grullas al paraíso del oeste. Tras la muerte de su padre Lobu, tuvo que partir al extranjero a solucionar unos negocios, pero antes de hacerlo dio parte de su herencia a su madre, diciéndole que la utilizara para alimentar a los monjes necesitados que llegaran a su puerta.

Chingti sin el ejemplo de su marido muerto ni de su hijo, empezó a faltar a la estricta disciplina budista. Disfrutaba comiendo carne y mató toda suerte de animales incluyendo un perro, y no era hospitalaria con los monjes que llegaban a su puerta, dando a uno de ellos las sobras de su comida llena de carne. El monje sin saberlo cometía un terrible pecado. En general echaba a los monjes que llegaban a su puerta y despilfarraba el dinero en caprichos. Cuando Lobu regresó le preguntó que había hecho con el dinero, ella pecando una vez más dijo que hizo tal como le había dicho.

Pero al poco tiempo murió Chingti y descendió a los infiernos, donde recibió el peor de los castigos en el infierno llamado Avici. Tras haberle hecho un funeral honroso a su madre, Lobu abandonó su casa y se hizo monje. Ahora que sus padres habían muerte pensó que era el momento de entregarse a su vocación. Le rasuraron el cabello, lo vistieron con una túnica y le dieron un nuevo nombre “Mulien”. Pronto se puso de manifiesto su sabiduría y su piedad llegando a ser uno de los discípulos más amados de Buda. Como tal alcanzó pronto el don de moverse en todos los niveles, tierra, cielos, infiernos.

Visitó así el paraíso del Oeste para hablar con su padre, que se alegró mucho al verlo; pero que no pudo encontrar a su madre en el cielo. Mulien tristemente se fue a preguntar a Buda en dónde estaba su madre. Buda le dijo “Mulien, tu madre está purgando los pecados cometidos en la tierra y está en el Avici, nada puedes hacer para salvarla a menos que todos los monjes de la tierra canten oraciones por ella y juntamente así obtengan su descanso”. La noticia fue un golpe terrible para Mulien que decidió rescatar a su madre.

Después de ser aconsejado por las almas perdidas que visitase a Yama el rey de los infiernos, cruzó la triple puerta y entró en el reino de Yama, que se hallaba repleto de gente. Buscó incansablemente a su mamá y al no verla empezó a derramar amargas lágrimas. Al ver esto los servidores del rey lo llevaron ante el rey. Yama al verlo se levantó y le dio la bienvenida. El rey de los infiernos le preguntó “Su santidad ¿qué es lo que trae a un hombre piadoso como usted a un lugar de sufrimiento? ¿Cuál es vuestro deseo? Busco a mi madre dijo Mulien ¿La habéis visto?.... Continuación --»»