A Guangjin se le adora como salvadora, especialmente de los peligros del mar, y como otorgadora de hijos. El culto de Guangjin se celebra en Putuo, en la isla de Zhoushan en la costa de Zhejiang, en China Central. Y aunque la evidencia indica que es una diosa importada de la India, se cree que fue una princesa llamada Mioshan.

Hace muchos, muchos años un rey Miaozhuang tenía dos hijas. Pero el rey deseaba tener un varón que pudiera sucederle el trono. Ofreció oraciones y sacrificios a los dioses con la esperanza de tener un hijo varón; pero su tercer hijo fue de nuevo una niña que llamaron Miaoshan. Cuando creció era tan hermosa y su única aspiración era sin embargo en convertirse en monja budista y dedicar su vida a la religión.

Sus dos hermanas mayores estaban casadas con príncipes y su padre deseaba también que se casara. Miaoshan se negó a casarse y su padre se encolerizó tanto que le quito sus ricas vestiduras y la encarceló sin darle de comer. Ella estaba a gusto en aquella cárcel, estaba en paz para orar y comía hierbas y bebía el rocío. Cuando el rey y la reina vieron que su castigo no surtía efectos cedieron a que entrase a un convento; pero en secreto ordenaron a la abadesa que le diera las labores más duras para que renunciase.

Y otra vez esto no tuvo ningún efecto en Miaoshan. Su decisión era tan fuerte que los dioses del cielo; en particular el Emperador del Jade mandó espíritus para que le ayudaran en sus labores. Cuando la abadesa llevó la noticia al rey éste estaba tan enfurecido que ordenó quemar el convento con su hija dentro. Cuando las llamas se elevaron, las monjas estaban asustadas y Miaoshan oró a Buda y éste mandó una tormenta que apagó el fuego y las salvó a todas.

La cólera del rey no tenía medida que mandó entonces a matar a su hija Miaoshan. La princesa se sintió feliz porque pensó que pronto se iba al cielo y cuando los soldados iban a ejecutarla apareció un dios en forma de tigre mandado por el Emperador del Jade que se llevó su cuerpo a una oscura selva. Su alma descendió a los infiernos; pero su santidad convirtió aquél lugar en un paraíso y todas las almas fueron absueltas. Los dioses del infierno estaban tan molestos que suplicaron a Buda que se la llevará y él se la llevó a Putuo, donde reunió su cuerpo con su alma. Allí ella descansó y meditó y se hizo perfecta por medio de sus oraciones.

Podía flotar fuera de su cuerpo y ver cosas que los demás no podían ver. Así salvó a muchas personas en peligro. Una vez salvó al hijo del Rey Dragón, del mar del sur, que había sido confundido como una carpa cuando mandó a sirvientes que lo compraran y lo devolvieran al mar. El rey Dragón como agradecimiento le regaló una perla con la cual podía ver en la oscuridad.... Continuación --»»