Entre los tesoros más valiosos de un dragón guardián figura su perla mágica. Esta es tan preciosa que se consideraba que lo guardaba cerca de un estanque y a veces en la boca o bajo el mentón. Esta perla tenía muchos poderes mágicos: Despedía una luz radiante que nunca se empañaba y hacía que las cosas que se hallaren, crecieran y se multiplicaren. Esta historia cuenta cuando la perla de un dragón cayó en manos de un humano.

Hace muchos siglos a orillas del río Min en la provincia de Sichuan, vivían una mujer y su hijo que eran muy pobres. La madre estaba anciana, muy enferma y casi ciega. Pasaba la mayor parte de su tiempo en su casa mientras su hijo de catorce años iba a las colinas para cortar hierba que luego vendía como comida para el ganado o como combustible. De este modo podían ellos sobrevivir.

Un verano hubo una terrible sequía y la vida para ellos se hizo todavía más difícil. El muchacho recorría las colinas y apenas encontraba algo de hierba que vendía para poner la comida de su madre y la de él. Pero un día llegó a lo alto de una colina junto a un arroyo, encontró un prado con hierba abundante y verde como nunca había visto. La hierba era alta y vigorosa mejor incluso que en los años buenos. Regresó al siguiente día y ante su asombro vio que la hierba había vuelto a crecer. Y regresó muchas veces y descubrió que sucedía lo mismo día tras día; lo malo era que la colina era muy distante y tenía que caminar mucho.

Entonces pensó que el prado era mágico y crecería igualmente junto a su casa. Al día siguiente mientras excavaba para sacar la hierba junto con sus raíces encontró una gran perla brillante rosada. Así llevó la perla ante su madre y decidieron guardarla unos días ante de venderla ya que con ella conseguirían la mayor cantidad de dinero que jamás hubieran conseguido. La anciana colocó la perla en el bote donde guardaba el arroz que como de costumbre había muy poco justo para una comida. El chico plantó la tierra y las raíces junto a su casa y se olvidó completamente de la perla.

A la mañana siguiente cuando salió a ver la hierba se había secado y estaba a punto de morir. Lloró el chico acusándose de haber transportado la hierba desde las colinas. De pronto recordó la perla y empezó a preguntarse si no tendría alguna relación con el crecimiento del prado. Entró a casa y fue directamente a ver la cocina para ver el bote de arroz donde su madre había dejado la perla. Ante su asombro vio que el jarro estaba lleno. El chico llamó a su madre y ambos se alegraron de lo sucedido. Decidieron volver a probar la perla para lo cual volvieron a vaciar el jarro dejando apenas un puñado de arroz. A la mañana siguiente encontraron que el bote rebosaba de arroz dándose cuenta que la perla era mágica por ello decidieron guardar el secreto y hacer buen uso de ella....
Continuación --»»